Un reloj de cuarzo, siempre

Se ha hablado una cantidad de veces enorme sobre las diferencias de los relojes mecánicos y los de cuarzo. De hecho es una de las comparativas que suelen repetirse más en todo tipo de debates. Pero en la actualidad prácticamente no hay nadie que no tenga ya asumido que un reloj de cuarzo es infinitamente superior a uno mecánico.

Los relojes mecánicos han quedado simplemente como un complemento, un bonito adorno para vestir, pero sin utilidad práctica. Muestra de ello es la variedad de modelos extraños y extravagantes que lanzan muchas marcas: algunos son simples tourbillones caravista, otros las agujas y los índices son tan finos que apenas se les ve, y en otros ni siquiera tienen índices. Son simples objetos de adorno, y normalmente quienes los llevan no suelen ni perder el tiempo mirando la hora en ellos, ya que usan sus teléfonos móviles para saber la hora que es.

Aun así, los relojes mecánicos son tremendamente caros. Requieren complejos sistemas de fabricación, elementos muy exóticos (rubíes para su maquinaria, aceros de alta calidad, oro, platino, diamantes…). Son los culpables de muchas guerras, de muchos trabajos de esclavos (en las minas de diamantes de sudáfrica, por ejemplo, o en la cuenca del amazonas, contaminando ríos vírgenes por el mercurio o el cianuro para tratar el oro).

Lógicamente, hay movimientos mecánicos baratos, pero lo cierto es que un reloj mecánico requiere un trabajo tan metódico y artesanal, que comprarse un reloj barato (de China, casi todos ellos) es como tirar el dinero. Las mejores manufacturas relojeras están en Alemania, Suiza y Japón. Aunque también hay muy buenas manufacturas artesanales en España o Italia.

Como norma estándar se dice que un movimiento mecánico (sea automático o de remonte manual) tiene un rango de exactitud de unos 20 o 30 segundos al día. Incluso en algunos mecanismos más de 30 segundos es un desfase «asumible». Será asumible para el fabricante, pero en la sociedad actual tener un reloj que atrase 30 segundos al día supone un reloj que al mes irá del orden de ¡quince minutos fuera del horario oficial!

En el mundo de hoy esto es, simplemente, intolerable. Supone quedarte desfasado muchísimo, poder perderte acontecimientos importantes, viajes, citas, reuniones… Son muchos quebraderos de cabeza. La sociedad actual no se guía por minutos, sino al segundo.

Un reloj mecánico estaba bien en la antigüedad, cuando el trabajo en el campo o las diferentes tareas cotidianas permitían un margen de puntualidad menor. Minuto arriba, o minuto abajo, no importaba mucho. Incluso había desfases de minutos en los relojes de los ayuntamientos o de las iglesias, y no pasaba nada. Todo el mundo lo entendía y lo asimilaba como algo lógico.

Normalmente, antaño, las gentes en los pueblos solían poner en hora por las señales horarias de la radio su reloj mecánico, para así tenerlo bastante bien ajustado antes de realizar un viaje, y no llegar a la estación (o apeadero) tarde. Lo habitual era que contasen ya con ese desfase, y adelantasen su reloj un par de minutos o tres. Yo recuerdo que ese era un consejo que siempre nos daban los ancianos, diciéndonos que era mejor llegar antes que no correr el peligro de llegar tarde.

A los relojes se les daba cuerda por la mañana (los automáticos no estaban muy popularizados, o directamente ni existían aún), y como norma general también se les ajustaba cada poco mediante la señal de la radio. Había gente que los ajustaba cada día.

Todo esto era una rutina, todo un ritual, que ahora se ha perdido. Ahora no hay tiempo para esas cosas, y la mayoría de gente ni siquiera puede mantener sus automáticos en funcionamiento: se compran cajas (las «watch winders») para que se lo hagan por ellos. Así que incluso para ellos están anticuados los relojes mecánicos, y los tienen y conservan como simples objetos decorativos, melancólicos, como tradición. Recuerdos de tiempos pasados donde las cosas se hacían de forma diferente.

Ciertamente, antes la gente usaba mecánicos porque no tenían más remedio. No había alternativas de cuarzo.

Otro de los peligros de un reloj mecánico es que con el tiempo pierde exactitud. Cuando lo compras suele, por lo general, ser bastante exacto. Pero como toda máquina de ese tipo, va cogiendo una cierta holgura, y tras años y años de movimiento sus ruedas dentadas y engranajes se van dando de sí, el aceite en el que están empapados pierde propiedades, y esto tiene como consecuencias un reloj menos exacto. Eso es algo que nunca le ocurrirá a uno de cuarzo, sobre todo con el movimiento Tough Movement de Casio, y menos aún si es digital.

Otra nefasta consecuencia en uno mecánico son los campos electromagnéticos. Antiguamente esto no suponía demasiado problema, pero hoy estamos rodeados por la influencia invisible de dichos campos por todas partes. A esto hay que añadir la ínfima fricción de las piezas en movimientos, de la espiral enroscándose y desenroscando de un reloj mecánico, que va generando poco a poco también electricidad estática, y acaba produciendo magnetismo en sus piezas, inmantándolas.

Muchos de los mejores fabricantes ya tienen esto en cuenta, y fabrican relojes con metales menos propensos a este tipo de daños, o incluso con cajas resistentes y aisladas. Pero esto trae como consecuencia relojes carísimos, y muy fuera del alcance de cualquier trabajador con un sueldo medio. Estos fabricantes -y otros- se curan también en salud, aconsejando y requiriendo que sus relojes pasen un mantenimiento cada ciertos años. En el servicio técnico son desarmados, engrasados, se les cambian sellos y se les desmagnetiza. Todo este procedimiento tiene que hacerlo personal especializado y con una elevadísima cualificación, y normalmente, aparte de caro, requiere tiempo y molestias. Tareas tediosas que te ahorras de un plumazo si usas uno de cuarzo.

Un reloj mecánico está bien como una bonita muestra romántica de lo que era la medición del tiempo siglos atrás. También como adorno de ricos y famosos. Pero para los que unimos la utilidad y practicidad de los relojes con la dura vida cotidiana, del día a día, un mecánico está fuera de lugar. Es como si condujéramos un automóvil a gasógeno de principios de siglo: nada práctico. Y, además, contaminante.

Toda la enorme lista de contras de un modelo mecánico hace que solamente sean apreciados única y exclusivamente como objeto de lujo. Cuando en la publicidad de muchos relojes mecánicos te pone que tendrás un reloj «para toda la vida», o que lo heredarán tus hijos, siempre se les olvida añadir que eso será así siempre y cuando sometas a ese reloj a un concienzudo y metódico mantenimiento. De lo contrario puede que lo único que hereden sea un bonito pero inservible trozo de metal.

| Redacción: Zona Casio