¿Objeto de arte o herramienta de trabajo?

La utilidad de los relojes cada vez está siendo puesta más en duda. De los primeros modelos hechos con piezas de bronce y cobre a los más modernos realizados con fina orfebrería la técnica, la tecnología y también la sociedad ha evolucionado muchísimo.

Ciertamente existen revistas dedicadas exclusivamente a los relojes, pero solamente llevan a sus páginas los modelos más lujosos y glamorosos de las marcas. ¿Alguien se imagina una revista de coches donde no se prueben o se hagan reportajes con modelos Renault, o Seat, sólo por no ser automóviles «premium»? Pues en los magazines actuales lo hacen, quizá porque quieren mantener esa atmósfera de «objetos de lujo» a sus páginas. Allí no verás relojes Casio Outdoor, ni Collection, e incluso los Edifice caen muy de cuando en cuando. Se centran en movimientos mecánicos y en elementos de joyería porque eso es para ellos «la auténtica» relojería. Olvidan que si el plástico se hubiera descubierto en la Edad Media todos los primeros relojes serían de ese material, e incluso en las abadías y monasterios dudo mucho que tuvieran diamantes y platino para adornas las agujas y esferas de aquellos primeros y humildes relojes.

Pero la sustitución del reloj-práctico al reloj-adorno va mucho más allá. E incluso las revistas que tocan los G-Shock suelen ser de moda y arte, y aunque a estos modelos se les suele mencionar a menudo su faceta de dureza y resistencia, se hace desde una perspectiva lúdica. Sólo hay que visualizar para darse cuenta de ello el último vídeo del Rangeman, donde se puede ver a un divertido «excursionista» haciendo piruetas circenses.

Podríamos decir que entonces nos quedan los Pro Trek, cuyo uso sí suele ser práctico. Pero los Pro Trek son utilizados como ordenadores de mano, si solamente ofrecieran la hora muchos escaladores y alpinistas ya habrían abandonado su uso.

No entiendo por qué nos quieren vender objetos prácticos como arte, cuando la mayoría de los que los usamos de forma diaria lo hacemos por sus funciones y para ver la hora. No lo entiendo salvo que sea… por dinero. En efecto: para vender productos muy caros. Y es que cuando compras un reloj para ver la hora te sirve casi cualquiera. Muy diferente es cuando compras un reloj para lucir, entonces tiene que tener un tipo de diseño, materiales y refinamiento que hace que sea un producto caro. Tremendamente caro e inflado de precio en algunas ocasiones.

Mucha personas no miran la hora nunca en su reloj. Lo que quieren leer es exclusividad en su esfera cuando giren la muñeca, y que el brillo cegador de sus piedras preciosas o aristas deje a todos boquiabiertos. Tal vez por eso los F-91 se vendan tanto y sean, a la vez, tan ignorados. Porque las personas que los llevan no tienen importancia, no generan beneficios, no tienen la cartera llena. Son unos «pobres desgraciados». No interesan. Lograr vender un F-91 a Amancio Ortega o a Emilio Botín no tiene mérito alguno. Lo que interesa es que se lleven unos cuantos modelos de precios astronómicos. Y para ellos están dirigidos esos glamorosos artículos en las revistas más interesadas del sector. No para ti ni para mí. No para unos humildes obreros que aún ponen la alarma en su reloj para despertarse en la mañana cuando el sol todavía no ha aparecido. ¡Alarma! ¿Qué es eso? Cuando hoy te despiertas en Bangkok y mañana lo haces en Sydney donde te espera tu jet privado no necesitas alarma ninguna. Tienes rubias secretarias que ya se despiertan por ti, ¿quién necesita una alarma? Quizá sea por eso que los relojes de más alto lujo ni la incorporan.

En algún lugar, en algún momento, alguien se dio cuenta de que podía convertir una máquina en arte y ganar mucho dinero. Pero la máquina ya de por sí es puro arte. El arte de dominar el tiempo. Lo demás son solo vestiduras que no añaden nada a la valiosa herencia recibida con el paso de los siglos.

| Redacción: Zona Casio