Energía para dos años. O para dos días

Hace pocas semanas veía la luz un estudio en el que se revelaba que si no hay más ventas de coches eléctricos es simplemente porque los compradores son reacios a esperar horas y horas para la recarga de las baterías. Y concluía dicho estudio sentenciando que cuando los tiempos de recarga se reduzcan y la tecnología de baterías mejore, las ventas de este tipo de vehículos aumentarán.

Cuando adquirí mi Android y ví que la batería apenas me duraba el día, pensé si en lugar de avanzar estábamos retrocediendo. Recordaba -y en cierta forma añoraba- aquéllos tiempos donde la duración de la batería no se medía en días, sino en semanas. E incluso en algunos modelos en meses. Ahora -como ya he dicho en otras ocasiones- mi teléfono móvil es uno de los más simples, y su batería puede llegarle casi al mes de duración con una sola carga. Otra de sus ventajas es que para encenderlo (o apagarlo) no tienes que estar sentado pacientemente esperando a que empiece a funcionar, sino que en una décima parte en que lo hacía el Android mi móvil ya está totalmente operativo.

Pero dejando a un lado las preferencias y gustos de cada uno y las virtudes de los sistemas operativos para móvil, a lo que quiero llegar es que no siempre lo más nuevo es lo mejor. Algunas personas tienen que sacrificar autonomía a cambio de más y mejores prestaciones, y están contentas con ello. Pero para los que hemos tenido una vida un tanto nómada, sin la seguridad de encontrar un enchufe al final de la jornada o durmiendo al raso, la libertad y tranquilidad que nos da un dispositivo electrónico de gran autonomía la valoramos mucho. Tal vez es que de ésto no logramos darnos cuenta realmente hasta que nos falta. La mayoría de personas del llamado primer mundo no piensan en las necesidades energéticas, y dan por supuesto que siempre tendrán a mano un enchufe y que, cuando conecten un aparato, la electricidad fluirá con seguridad.

En los países del tercer mundo (donde están la mayoría de habitantes del planeta, no lo olvidemos), y también del llamado cuarto mundo, los smartphones, los smartwatches y similares dispositivos no tienen más que una presencia anecdótica. Allí campan a sus anchas las series tres y cuatro de Nokia (los más básicos) y los modelos Casio con pilas de larga duración. No es que ellos no se fíen de las otras marcas, no es que no les guste o compren esos otros por placer. Es que simplemente no los podrían usar. Tienen un enchufe eléctrico, pero la electricidad puede fluir en un momento y a la media hora dejar de hacerlo. Y cuando cortan la corriente a veces es para el resto del día.

No sé como alguien puede vivir con «algo» que necesita una recarga constante a un puerto USB o a un enchufe. No es extraño que la demanda energética aumente de manera notable anualmente en los países desarrollados, con unos aparatos que necesitan una toma constante de energía. Yo sigo pensando que los mejores relojes (dejando a un lado los Tough Solar) eran aquéllos solares que Casio dejó de vender en los ochenta, con pilas de larga duración de cinco o siete años, y recarga solar para ahorrar durante las horas del día electricidad. Es una lástima que Casio haya abandonado ese concepto, aunque los modelos con capacitador actuales sean también una buena solución, siempre y cuando se use ese reloj de manera constante.

En algunas ocasiones deberíamos plantearnos qué es lo que necesitamos y qué es lo que queremos, porque a veces estos dos aspectos no coinciden. Si queremos algo que no necesitamos estamos hablando de un lujo innecesario, pero si lo nuestro es una necesidad, deberíamos elegir la más equilibrada de todas. Para nosotros, y para el planeta. Porque muchas veces el reloj que «necesitamos» de manera acuciante acaba arrinconado en un cajón porque su recarga constante a nuestro PC lo hace inutilizable en el mundo real, en la vida diaria llena de imprevistos y de situaciones en donde la ingeniería se pone a prueba al cien por cien, y no en los laboratorios de consumo y de desarrollo en los que la mayoría de esos aparatos se gestan.

| Redacción: Zona Casio